miércoles, 16 de marzo de 2016

ARRRGGH!!... AYER SALÍ DE MI ZONA DE CONFORT!!

Sí, ayer salí de mi zona de confort. En algo que no sabía siquiera que era una zona de confort para mí. ¡Qué sorpresa!

Y es que a veces no sabemos hasta dónde llega nuestra zona de confort o zona cómoda hasta que no llegamos a esa frontera en la que tenemos que decidir si pasarla o no.

Nuestra zona de confort es esa zona en la que nos desenvolvemos de manera más o menos controlada, más o menos automatizada, y, aunque nos guste o no esa zona, es terreno conocido.  Donde desarrollamos hábitos y comportamientos sean útiles o no. Es como nuestra casa, nos guste o no, nos desenvolvemos en ella con facilidad.


¿Qué hizo que me diera cuenta que estaba en esa frontera?

Pues que cada vez que pensaba que tenía que ir, mi cabeza decía: “uf, ¿para qué ir? Te aburrirás”, o “buff… tu ya has dejado esas cosas hace tiempo, ¿para qué vas a ir?”, y se me venían a mi cabeza mil excusas para poner, ninguna con fundamento alguno ¡claro!: “me he puesto mala justo 5 minutos antes de ir”, “se me pincharon las cuatro ruedas del coche”, “la puerta de casa se quedó atascada y no pude salir”, “me abdujo un platillo volante”… ;-) excusas, excusas y excusas.
Me venía la inseguridad. ¿No quería ir o me daba miedo ir? ¿A qué me tenía que enfrentar que me estaba frenando?

Cuando me di cuenta que era algo que me estaba frenando, y, que el ir era importante para mí, porque si no, no lo estaría dando vueltas y no estaría ocupando un espacio en mi cabeza, entonces ahí, cuando fui consciente del trajín de mi cabeza para “convencerme” de no ir, ahí, en ese momento supe y decidí que tenía que ir y enfrentarme a esos miedos.

Cogí el abrigo y salí. Salí tarde. De camino al lugar mientras iba en el coche, “aguantaba” una conversación dentro de mi cabeza que me seguía repitiendo que ir era una tontería, que ya iba tarde, mejor me daba media vuelta para casa… ufff… ¡qué duro se hace a veces cruzar esa frontera!!

Una vez allí, incómoda al principio, fue luego cogiendo forma y la tranquilidad llegó. Me fui sintiendo cada vez menos incómoda y surgió el aprendizaje.




Si nos damos cuenta que estamos en la frontera entre la zona de confort y la de aprendizaje, es necesario, si decidimos pasarla, no apegarnos al resultado, a lo que pueda pasar o no pasar. No debemos ir con una idea preconcebida de lo que tenemos que hacer o lo que tiene que pasar, sino que debemos estar abiertos a lo que surja. Es desde ahí, desde ese desapego al resultado, cuando surgirá el aprendizaje, y habremos ampliado nuestra zona de confort.

Y como dijo Alejandro Jodorowsky “Entre hacer y no hacer, yo siempre hago. Si tengo dudas, hago”.

Ésta es una manera de ampliar nuestra zona de confort. ;-)


Lo mismo nos pasa en el entorno laboral, ¿Cuál es la zona en la que te has acomodado?
Nuestra motivación es como el motor que tira de nosotros para llegar a donde queremos.
¿Dónde está puesto tu "motor"? ¿Es un motor potente o le cuesta arrancar? ¿Está a pleno rendimiento? Puede que incluso estés arrastrando tú del motor...
Ese motor funciona correctamente si tus propios valores están siendo respetados en tu entorno laboral, y si tus principios -aquello que para ti es "lo correcto"- están trabajando a tu favor, y no limitándote. Los valores son como la gasolina para ese motor.
Por ejemplo, si para una persona, un valor propio es la libertad, que lo define como significado de autorresponsabilidad y crecimiento como persona, y no está presente en su trabajo, porque no le permiten tomar ninguna decisión ni "salirse del tiesto", que todo son mandatos y obedecer... acabará frustrado y su motor terminará por apagarse poco a poco. No es que sea mal trabajador, sino que su motor no tiene gasolina.

No hay comentarios:

Publicar un comentario