miércoles, 30 de marzo de 2016

¿QUÉ TIENEN LAS PERSONAS QUE NOS GENERAN CONFIANZA?

La confianza... ¡Qué importante es!

Confianza es una palabra que, a veces, usamos de manera muy ligera. Y es que es una palabra que contiene mucho, muchas cosas, es intensa.


Cuando está presente la confianza, hace que estemos a gusto y abiertos a lo que sucede a nuestro alrededor. Sin embargo, cuando no está, se nos nubla la visión, nos cerramos y comienzan las suposiciones y las autodefensas, como si mirásemos de reojo. Por eso, me parece muy importante dedicar un espacio a la confianza, en este caso a las personas que nos generan confianza. ¡Vamos a ello!

¿Qué tienen las personas que nos generan confianza?

Seguramente, alguna vez habrás conocido a alguien, que, no sabes muy bien por qué motivo, pero te da confianza, es como que lo conocieras de toda la vida y no tuviste o no tendrías ningún reparo en contarle cosas que a otras personas, incluso a tu círculo más íntimo, no se las contarías ¿te ha pasado?

Bien, veamos qué es lo que tienen esas personas que, apenas sin conocerlas, ya hace que nos generen esa confianza.
Fotografía: Unsplash
Son personas que muestran interés por las demás personas, que están centradas en lo que las están contando más que en ellas mismas. No critican, ni están juzgando continuamente. Sienten curiosidad por lo que las otras personas les cuentan. Están atentas a las necesidades de las personas, hacen que nos sintamos mejor. Quieren lo mejor para nosotros, se alegran de nuestros logros y lloran también nuestras derrotas.



Sabemos que podemos contarles las cosas porque no nos van a juzgar ni hacer comentarios malintencionados, sino todo lo contrario, nos dejan el espacio para SER quien realmente SOMOS, porque además ellas se muestran tal cual son también, no adornan nada, ni ocultan. Con ellas no tenemos que fingir, nos mostramos tal cual, con nuestras cosas buenas, las que consideramos no tan buenas, las regulares y las malas. Se crea una relación de autenticidad.



Estas personas nos abren su espacio para ser como somos, y nos quieren tal cual. Son personas con las que podemos pasar horas y que nos encanta ver y saber de ellas.

Por suerte, cuento con varias personas así en mi vida y ¡me encanta! me llena estar con ellas, es una verdadera maravilla.

Si cuentas en tu entorno con personas así ¡cuídalas! y sé su espejo. Observa cómo hacen, cómo se comportan y se relacionan, y trata de imitarlas. Sobre todo, intenta pasar más tiempo con ese tipo de personas, irás pareciéndote más a ellas y cada vez, serás un poquito más feliz. ;-)


miércoles, 23 de marzo de 2016

¿QUÉ HACE QUE DEMOS LO MEJOR?

El otro día, trabajando con una compañera de profesión, Mari Paz, experimenté lo que llamamos Sinergia*. Y esto me llevó a poner nombre a las condiciones favorables que se tienen que dar para que surja esa sinergia, esa unión de "cerebros" para co-crear lo mejor.

*


Cuando hablamos de sinergia a la hora de trabajar -el todo es mucho mayor que la suma de las partes-, nos referimos a esa unión de ideas y acciones que se multiplican entre las personas que componen ese equipo y que es mucho mayor que si cada persona trae sus ideas por su lado.

Cuando existe esa sinergia, las ideas se multiplican, la creatividad alcanza su máximo potencial, la ilusión, el querer aportar y la pasión por lo que se está haciendo suben a la superficie para potenciar ese trabajo o proyecto en el que estamos invirtiendo nuestro tiempo y además se hace todo muuuucho más fácil, fluye, no pesa... trabajar desde la sinergia crea magia.


Y para que esa sinergia se dé, tenemos que crear el espacio propicio. Puntos clave que se necesitan:


1.- Diseñar el espacio que vamos a compartir.
Para generar la confianza y mantener el foco del proyecto, cada persona  responderá a este tipo de preguntas: ¿Qué necesito? ¿Qué necesito del resto del equipo? ¿Qué puedo aportar? ¿Qué hará que trabajemos más cómodos o nos involucremos más en el proyecto? ¿Qué podemos aportar para que esta reunión o proyecto sea un éxito? Y estas cuestiones servirán como punto de apoyo para cada reunión.


2.- Crear un espacio de calidad y calidez.
Es como amueblar un espacio para hacerlo más acogedor y que las personas deseen permanecer y pertenecer. Estamos bastante acostumbrados a empezar con la acción y para generar una buena sinergia y conexión necesitamos dedicar tiempo a lo que llamamos el SER. A saber cómo estamos, qué emoción o energía traemos hoy, qué es lo que nos está pasando “por dentro”, porque nuestro estado influye en todas nuestras acciones y decisiones. Dedicar este momento en cada reunión marcará la diferencia.


3.- Crear los acuerdos.
¿Qué vamos a dejar entrar en este espacio y qué vamos a dejar fuera? Quizás debamos dejar los juicios fuera, que no las críticas constructivas. Existirá la apertura a nuevas ideas, que no el hacer las cosas “como siempre se han hecho aquí”. Pondremos el apoyo mutuo, que no el pisar unos a otros para sobresalir. Tendremos el reconocimiento hacia los demás y hacia nosotros mismos, que no el desprecio...


4.- Logística.
Es otro punto clave que no debemos olvidar, ya que si no, las reuniones o proyectos se dilatan en el tiempo o se vuelven pesados, con lo que ya no cumplirían su función. Responde a ¿Cuál es el objetivo? ¿De qué recursos disponemos? ¿Cuándo lo vamos a hacer o entregar? ¿Cada cuanto tiempo nos reuniremos? ¿Dónde? ¿Qué responsabilidad o rol tendrá cada uno? ¿Cómo sabremos que lo hemos conseguido?


Estos cuatro puntos clave no son algo estático, no es una norma rígida, es algo totalmente flexible que cada equipo adaptará a sus necesidades, personas, momentos y situaciones. Son puntos clave que ayudan a tener un equipo eficiente e integrado que dará lo mejor de sí.

Para mí y bajo mi experiencia con Mari Paz, esta sinergia ha hecho que ampliemos nuestra visión, que hayamos abierto nuevas puertas, se nos abra un mundo de posibilidades que además, estamos dispuestas a probar y superar los retos que se nos presenten.

Espero que estos puntos, os ayuden a crear un equipo competente y comprometido. ;-)


miércoles, 16 de marzo de 2016

ARRRGGH!!... AYER SALÍ DE MI ZONA DE CONFORT!!

Sí, ayer salí de mi zona de confort. En algo que no sabía siquiera que era una zona de confort para mí. ¡Qué sorpresa!

Y es que a veces no sabemos hasta dónde llega nuestra zona de confort o zona cómoda hasta que no llegamos a esa frontera en la que tenemos que decidir si pasarla o no.

Nuestra zona de confort es esa zona en la que nos desenvolvemos de manera más o menos controlada, más o menos automatizada, y, aunque nos guste o no esa zona, es terreno conocido.  Donde desarrollamos hábitos y comportamientos sean útiles o no. Es como nuestra casa, nos guste o no, nos desenvolvemos en ella con facilidad.


¿Qué hizo que me diera cuenta que estaba en esa frontera?

Pues que cada vez que pensaba que tenía que ir, mi cabeza decía: “uf, ¿para qué ir? Te aburrirás”, o “buff… tu ya has dejado esas cosas hace tiempo, ¿para qué vas a ir?”, y se me venían a mi cabeza mil excusas para poner, ninguna con fundamento alguno ¡claro!: “me he puesto mala justo 5 minutos antes de ir”, “se me pincharon las cuatro ruedas del coche”, “la puerta de casa se quedó atascada y no pude salir”, “me abdujo un platillo volante”… ;-) excusas, excusas y excusas.
Me venía la inseguridad. ¿No quería ir o me daba miedo ir? ¿A qué me tenía que enfrentar que me estaba frenando?

Cuando me di cuenta que era algo que me estaba frenando, y, que el ir era importante para mí, porque si no, no lo estaría dando vueltas y no estaría ocupando un espacio en mi cabeza, entonces ahí, cuando fui consciente del trajín de mi cabeza para “convencerme” de no ir, ahí, en ese momento supe y decidí que tenía que ir y enfrentarme a esos miedos.

Cogí el abrigo y salí. Salí tarde. De camino al lugar mientras iba en el coche, “aguantaba” una conversación dentro de mi cabeza que me seguía repitiendo que ir era una tontería, que ya iba tarde, mejor me daba media vuelta para casa… ufff… ¡qué duro se hace a veces cruzar esa frontera!!

Una vez allí, incómoda al principio, fue luego cogiendo forma y la tranquilidad llegó. Me fui sintiendo cada vez menos incómoda y surgió el aprendizaje.




Si nos damos cuenta que estamos en la frontera entre la zona de confort y la de aprendizaje, es necesario, si decidimos pasarla, no apegarnos al resultado, a lo que pueda pasar o no pasar. No debemos ir con una idea preconcebida de lo que tenemos que hacer o lo que tiene que pasar, sino que debemos estar abiertos a lo que surja. Es desde ahí, desde ese desapego al resultado, cuando surgirá el aprendizaje, y habremos ampliado nuestra zona de confort.

Y como dijo Alejandro Jodorowsky “Entre hacer y no hacer, yo siempre hago. Si tengo dudas, hago”.

Ésta es una manera de ampliar nuestra zona de confort. ;-)


Lo mismo nos pasa en el entorno laboral, ¿Cuál es la zona en la que te has acomodado?
Nuestra motivación es como el motor que tira de nosotros para llegar a donde queremos.
¿Dónde está puesto tu "motor"? ¿Es un motor potente o le cuesta arrancar? ¿Está a pleno rendimiento? Puede que incluso estés arrastrando tú del motor...
Ese motor funciona correctamente si tus propios valores están siendo respetados en tu entorno laboral, y si tus principios -aquello que para ti es "lo correcto"- están trabajando a tu favor, y no limitándote. Los valores son como la gasolina para ese motor.
Por ejemplo, si para una persona, un valor propio es la libertad, que lo define como significado de autorresponsabilidad y crecimiento como persona, y no está presente en su trabajo, porque no le permiten tomar ninguna decisión ni "salirse del tiesto", que todo son mandatos y obedecer... acabará frustrado y su motor terminará por apagarse poco a poco. No es que sea mal trabajador, sino que su motor no tiene gasolina.

miércoles, 9 de marzo de 2016

¿HACER PREGUNTAS?

Desde bien pequeños, se nos enseña a tener la respuesta correcta. Y se premian esas respuestas correctas, mientras que las repuestas “erróneas” se ignoran o incluso se castigan.

Los niños y niñas hacen continuamente preguntas porque necesitan saber, conocer. Luego, en la escuela, nos premian por las respuestas “adecuadas” y nos van limitando el mapa si no contestamos según lo establecido. Con mapa me refiero a todo eso que tenemos en nuestra cabeza,  eso que hemos ido aprendiendo a lo largo de nuestra vida a través de nuestra observación, experiencias, libros…, llamémoslo nuestro programa mental.


Así poco a poco, vamos haciendo que nuestra escucha sea para contestar, no para entender lo que la otra persona nos quiere decir.



Debemos esperar y prestar toda nuestra atención para escuchar lo que dice y lo que no dice, eso que está diciendo con el lenguaje no verbal, con su postura, con su tono de voz, su mirada… y hacer preguntas si necesitamos aclarar algo o para saber si hemos entendido bien lo que nos quería decir.

Hacer preguntas, amplia nuestra información, evita malos entendidos y seguro mejorará nuestra comunicación con esa persona.

Soltemos ese hábito de adelantarnos a contestar o incluso a suponer lo que la otra persona nos quiere decir, abrámonos a la buena escucha, esa que está preparada para entender, que fija la atención en esa persona que tenemos delante, que cuenta con toda nuestra atención.




¡No!! De veras, no hace falta contestar ya!
¡Espera!
Espera al menos 4 segundos antes de responder.

¿Sabes cuánto tarda nuestro cerebro en procesar la información adecuadamente? (Que no sea en situaciones de emergencia o peligro) ….

¡6 segundos!

Así que démonos tiempo antes de contestar.



Te animo a que durante esta semana practiques con la escucha,
la escucha para entender.